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Ayer se entregaron los prestigiosos premios Óscars en los que The Artis, una película muda, arrasó sobre cualquier efecto especial. Eso nos da a entender que no hacen falta grandes recursos para contar una historia ¿Y qué es la publicidad sino la manera de trasladarnos a otra realidad en pocos segundos? El tiempo, el sonido, el color… son añadidos, pero la esencia radica en una buena idea.

Cuando yo era niña siempre le pedía a mi padre que me contara un cuento sin cuento, lo que quería decir que fuera inventado. Y eso es lo que hacen los creativos en sus piezas, parten de un elemento (el producto) y se imaginan un mundo a su alrededor que pueda llamar nuestra atención.

Todos los días somos testigos de centenas de historias: la vecina nos cuenta un cotilleo, compartimos vivencias con nuestros amigos, hasta nuestras propias vidas son libros que cada mañana empiezan un nuevo capítulo. La publicidad quiere vender, eso nadie lo niega, pero también pretende contarnos algo: actualizando grandes clásicos; cambiando los hechos de la historia para conseguir un final más feliz; o dándonos un consejo que ya estamos cansados de escuchar pero que al hacerlo de una manera diferente puede que nos lo lleguemos a plantear.

La publicidad no se aleja tanto del cine. De hecho, los famosos anuncios de Estrella Damm, de los que ya he hablado en más de una ocasión, los ha dirigido Isabel Coixet, que la semana pasada ganó el Goya al mejor documental por «Escuchando al Juez Garzón». Y siguiendo con el patrón cinematográfico os dejo aquí un ejemplo que casualmente es anterior a la película de «El curioso caso de Benjamin Button«. Y en otras ocasiones nos encontramos con sutiles guiños creando una estética similar a «Big Fish» (eso es lo que me recuerda a mí), se apropian de un 007 moderno para que anuncie una cerveza (hay más vídeos que te cuentan la historia de los demás personajes), directamente es una representación de la película o el estilo de vida de los protagonistas fácilmente reconocible.

Lo importante de una buena historia es su protagonista. En clase de Narrativa Audiovisual, cuando estudié Comunicación Audiovisual, nos dijeron que el personaje principal tiene que conseguir que la gente se sienta identificado con él para que la trama cale mucho más a los espectadores. Puede que nos encontremos ante un ser incomprendido; un podre hombre con problemas al que apoyamos en sus intentos por mejorar su vida aunque el resultado final  no sea del todo el esperado (Os recomiendo que veáis todos los vídeo de esta historia, son muy divertidos); un viejito entrañable; una mujer increíble a punto de batir un récord imposible; un recién llegado; o un grupo de jóvenes dispuestos a demostrarnos su fuerza de superación.

La trama te tiene que atrapar, te debe envolver para trasladarte a otra realidad en la que te olvides de todo. Pero la publicidad debe de ser concisa y directa, es decir, en cuatro planos tiene que contarte la historia de un antiguo grupo de amigos que se quieren reunir después de años sin verse y que sólo con los apodos de cada uno seas consciente de cómo eran antes y lo mucho que han cambiado.

Si el cine se considera el séptimo arte entonces la publicidad también debería conseguir ese reconocimiento.

Nos leemos.

Nuky

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