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Equivocarse es de freelance. Mis 10 errores.

Aquí va mi lista de los errores que he cometido como freelance en mi primer año de experiencia:

1. No tener un contrato que me proteja

Al principio mi contrato era un formato estándar sacado de internet, en el que no había ninguna cláusula como: el cliente debía de avisarme con un mes de antelación si no quiere seguir, ni pagarme en un plazo concreto y tampoco que el contrato se renueva automáticamente si ninguna de las partes notifica lo contrario después de los primeros seis meses.

Eso lo aprendes a base de host*** y lo incluyes. Casi siempre al principio somos todos muy majos y con muchas ganas de colaborar, pero las risas desaparecen cuando te avisan un 29 de diciembre de que en enero ya no cuentan contigo, cuando tú ya tienes todo el contenido preparado.

Nota metal para mis futuros clientes, la creación del contenido no se hace de la noche a la mañana, lleva como mínimo un mes de antelación.

2. Facturar mal

Para los que somos de letras esto de hacer números es un dolor. No abriré el melón de que la enseñanza pública tiene grandes carencias a la hora de preparar a las generaciones del futuro para la vida.

Así que búscate un buen gestor. Que tenga tanta paciencia y simpatía como el mío ayuda. Y siempre antes de mandar nada que conlleve € REVISA.

3. Adelantar trabajo para no estar agobiada

Hay rachas en las que crees que no vas a poder con todo, te lo dice una persona que se casa en menos de un mes y que tiene el TOC de la planificación. Y entonces te da por adelantar trabajo para que cuando llegue ese momento tus clientes estén bien atendidos y tú puedas con todo. ¡ERROR!

A menos que hayas comentado con tus clientes que tienes idea de ponerte con el contenido de dentro de unos meses, y ellos te den el OK por escrito, no muevas un dedo.

Luego te llegan y te dicen que no quieren seguir y tú con todo el contenido hecho que no te pagan. A no ser que sea el que corresponda al de la cláusula en la que te tienen que avisar con un mes de antelación, que hemos aprendido en el error 1.

Luego están los MOROSOS que tienen para un post a parte. Pero eso ya son temas legales. Sí, hasta ahí hemos llegado. Así que lo dejamos en manos de la justicia… Porque si es por mí destaparía a la gentuza que hay en ciertos grupos de empresarios.

Solo os voy a decir dos palabras: «Modelo monitorio». Un trámite legal gratuito a disposición de todos y «fácil» de presentar junto a las pruebas correspondientes.

4. No tener todo por escrito

Que sí, que sí, que las buenas palabras están muy bien, pero todo comunicado que hagas con cualquiera de tus clientes déjalo por escrito.

«¿Es que lo hemos hablado por teléfono o en personas?» Pues luego le pasas un correo resumiéndole la conversación.

Yo no quiero tintar de malos a los clientes, esos profesionales (en mi caso) que delegan en tí, pero es mejor prevenir que curar. ¿O hace falta que te hablé de los morosos del punto anterior?

5. No pagar por las herramientas adecuadas

Cuando emprendes cada céntimo es una gota de lágrimas, sudor y sangre, y no precisamente en este orden. Pero, al igual que les hago entender a mis clientes, están los gastos y la inversión. Y pagar por una herramienta o servicio que te facilita tu día a día es una INVERSIÓN, y además inteligente.

Véase: almacenamiento en la nube, discos duros para copias de seguridad, programas de gestión del contenido y métricas, gestión de equipos…

Y aún tengo pendiente un programa de facturación y CRM. ¿Me recomendáis alguno?

Y dentro de este apartado voy a comentar que cuando te den de alta, si tienes la tarifa plana, asegúrate que te incluyen la parte proporcional del paro. A mí no me pusieron y he perdido más de un año de cotización y ya no lo puedo cambiar hasta pasados los dos primeros años… Por 7€ más al mes mira la de tiempo de paro hubiera generado los años que, por recibir una subvención, estoy obligada a estar de alta.

6. Sentir la marcha de un cliente como un divorcio

A ver, que jode, sobre todo cuando no te sobran, pues claro que sí. Creo que será una punzada en la boca del estómago que siempre aparecerá en esta situación. Pero una cosa es que te escueza un rato y otra es no dormir por clientes que, en muchos de los casos, se van porque no entienden tu trabajo y no te valoran como profesional.

¿Y qué ganas aguantándoles? Dinero. Sí, ¿Pero a qué precio? Tarde o temprano eso terminará y puede que hasta peor porque saltes cuando te dicen: «El rendimiento de tu trabajo es nulo», cuando no entiendes los datos que le pasas; o «Cámbiame eso, anda, que no te cuesta nada y quiero que se vea el producto», cuando lo que buscas es que las redes no sean un catálogo de Carrefour; y qué decir cuando te borran directamente las publicaciones que ellos no entienden; o tienes que andar justificando cada cosa que haces.

Otra cosa es que el cliente no pueda contratarte por X, pero en esas situaciones ahí estás tú como el gran profesional que eres para ofrecerle alternativas o incluso concretar una fecha para retomarlo.

Relativiza.

7. Marcarte unas metas surrealistas

Desde el principio yo tenía una obsesión: que cuando cumpliera un año y me subieran la cuota de autónomos, que luego descubrí que era de manera progresiva, ganara casi 2.000€ para que esta decisión me hubiera valido la pena.

Vamos a ver, bonita, eso está chachi, pero no has contado que hoy se te caen dos clientes y en un mes te entra otro y una mentoría que te deja a pre. De hecho, en junio en vez de tener más clientes de pronto vi que iba para atrás y con el gasto de la boda a la vuelta de la esquina… Spoiler: Drama.

Es decir, cuando emprendes hay que tener «un plan de negocios» planteado. No, no me refiero a la salida de tiesto del gobierno que ha dicho que cuando te das de alta como autónomo tienes que tener una predicción de tus ingresos. Como dice mi gran amiga Sara Santos: «En vez de darme de alta en el epígrafe de marketing hazlo en el de Televidente, por favor». La magia en Hogwarts que los nuevos freelance pa’ ellos tienen, los pobrecitos míos.

Pero en ese plan, a no ser que cuentes con recursos o una idea revolucionara, hazlo con la mente fría y los pies en la tierra. No te confundas, que al revés no suele funcionar muy bien, yo al menos con los pies fríos no pienso bien y estar boca abajo no te da una perspectiva muy realista del mundo.

8. No tener paciencia

A colación del punto anterior va la Santa Paciencia.

Si me dijeran: «¿Qué parte de tu personalidad cambiarías?» Una de las tres primeras, sin dudarlo, es la impaciencia. Lo quiero todo ya y bajo mi control. Esto se remonta a mis traumas infantiles de padres separados que hasta ese desenlace cada día era una fiesta. «Hola, mamá»… «Hola, papá».

Pero traumas a parte, soy una cagaprisas, aunque resolutiva. Unas por otras.  Pero no puedo olvidar que esto es una carrera de fondo.

Y también se puede extrapolar tus ritmos de creación. Si no los respetas tú para intentar cobrar antes, el cliente ya se creerá con la licencia de exigirte.

9. Dudar de ti

Si has tomado la valiente decisión de ser tu propio jefe/a recuerda que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y yo añadiría: contigo mismo.

Porque si tú te respetas tus tiempos, celebras cada logro y aprendes de todos los errores, conseguirás que los demás te respeten como el profesional que eres.

Que las mal dadas no te hagan creer que no vales para desempeñar tu trabajo. Y es lo que tiene hacer cosas, que corres el riesgo de cagarla, pero es mejor intentarlo que quedarte como mero espectador. ¿No crees?

10. No descansar

¿Los emprendedores tenemos derecho a tener vacaciones? Pues eso espero porque me voy de luna de miel durante 15 días. Pero más allá de esa experiencia extraordinaria, el cuerpo y la mente tienen que parar.

Somos profesionales, sí, mucho, pero también personas con necesidades y derechos, por mucho que el gobierno no nos ayude con ellos. Así que no te sientas mal por colgar el cartel de «Cerrado por vacaciones» porque eso no supone que seas un vago.

Piénsalo así, si hay trabajos como el de médico, político o bombero que disfrutan de un merecido descanso cuando su labor es, en muchos casos, vital, ¿por qué tú no vas a poder parar?

Ah, por cierto, esto me recuerda que este será el último post hasta octubre, cuando vuelva de Argentina, si volvemos…

Bonus 1

Hazte con otro teléfono o tarjeta para separar trabajo de vida. Yo lo aprendí a los pocos meses, cuando unos clientes me mandaban WhatsApp a las 23:00h de un viernes.

Bonus 2

Lo gratis cuesta 3.000 € de impuestos. Pide todas las ayudas que te brinden para empezar, sí, pero lee la letra pequeña que luego viene disgustos. Lo bueno es que de ese dinero yo no toqué ni un céntimo, y así pienso seguir hasta que pasen los dos años que me exigían estar de alta. Esto parece al Juego del Calamar.

Nos leemos ¡Adiós, adiós!

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