Tengo la mala costumbre de tener la televisión de fondo en lo que estoy en el ordenador y últimamente tengo la sensación de que la publicidad me habla. Y es que en más de un anuncio me veo reflejada: desde hace unas semanas a esta parte tengo problemas para dormir, y aquí Isabel Ordaz es mi viva imagen por las noches; he tenido algún traspiés emocional; me considero mi mayor contrincante porque nadie me exige tanto; me estoy volviendo a plantear cambiar de look otra vez; y mi faceta de mujer-orquesta se está potenciando cada día más, a pesar de seguir desempleada desde 2010 (como pone mi tarjeta del paro).
¿Por qué soy una mujer-orquesta? Porque parece imposible pretender ganarse la vida con algo tan común como las palabras. Palabras. Muchas y diferentes. Con una sola dices mucho y a veces te faltan para expresar lo que quieres. Conocemos una gran cantidad, que no todas, y sabemos conjugarlas, con mejor o peor uso de la gramática. Pero entonces, si las palabras están ahí para todos, qué es lo que hace que unos acierten en elegirlas y sus historias-relatos-discursos-obras-monólogos-escritos sean un éxito. Lo pregunto desde la incertidumbre que padece un prototipo de escritora que lleva plasmando toda su vida en un diario desde que a los 8 años le regalaron su primer tomo; que su mayor diversión era escribir cuentos infantiles; y que ahora canaliza su creatividad redactando artículos, blogs, reclamos en las redes sociales, etc. en lo que se decide a empezar lo que podría convertirse en su primer libro.
Hasta que llegue mi momento como escritora me gano la vida y entretengo como puedo: he hecho prácticas en una ludoteca; he organizado los eventos culturales de un bar; soy miembro de un grupo de teatro espontáneo; y lo más destacado últimamente han sido unas sesiones fotográficas, modestas pero muy divertidas. Con mi 1`68 m y algunas típicas imperfecciones físicas, que me hacen humana, jamás pensé que podría posar para un catálogo de lencería. Sé que no me haré famosa ni rica con ello, pero ha sido toda una experiencia, un poco agotadora y a veces ridícula, pero donde me lo he pasado genial y me he sentido muy valorada, algo que a todas las chicas nos gusta.
Sólo espero que un día me llegue ese trabajo que pueda compatibilizar con estos proyectos y una bonita relación, así podré decir: «No le puedo pedir más a la vida porque lo tengo todo«.
Nos leemos.
Fotógrafo: Rubén Vicente García
PD1: Siento si esperabas otra cosa en esta entrada, puede que en la próxima 😉
PD2: Os dejo, que me voy a las Fallas con mi mejor amiga para tomarme un merecido descanso.