La publicidad al ser considerada arte, como el cine o la pintura, tiene la licencia de utilizar la fantasía como reclamo. Movimientos imposibles, escenarios alucinantes y personajes de todo tipo. Hoy me quiero centrar en esos protagonistas que en muchas veces ni nos damos cuenta de que están ahí hasta que desaparecen, como dice el dicho: «no valoras lo que tienes hasta que lo pierdes». ¿Qué me decís de esta lámpara? realmente llegas a sentir lástima por ella, puede que hasta culpabilidad por ignorar a las tuyas, pero entonces llega un hombre y te da un golpe de realidad. Y tiene toda la razón del mundo, es un objeto y como tal no tiene sentimientos, pero si hay objetos que nos transmiten sentimientos, de ahí que nos cueste tanto hacer limpieza de cosas que nos sobran y no necesitamos para nada, hasta que nos reencontramos con ellas y le encontramos una absurda utilidad momentánea. Pero en algún momento tendremos que despedirnos de ellas.
Pero la magia de la publicidad reside en trasladarnos durante 30 ó 60 segundos a un mundo imaginario e irreal en el que nos creemos lo que sea y nos gusta. Los creativos se pueden inventar historias en las se humaniza a los objetos más inanimados, pero por los que podemos llegar a empatizar. Otra manera de dar vida a lo que nos rodea es cuando se les introduce en un lugar en el que nadie sabe lo que pasa y la imaginación da rienda suelta.
En todos los casos vistos hoy hemos dejado constancia de que en la publicidad no hay límites creativos, menos mal.
Nos leemos.
Nuky